sábado, 23 de mayo de 2015

LOS PERROS SIENTEN EL DOLOR DE LAS PERSONAS




¨ Los perros son capaces de distinguir  entre un lloro y un tarareo lo que indica  que su  respuesta no es motivada por la curiosidad¨.¨ El llanto parece que afecta más a los perros creando  mayores emociones en ellos , provoca una reación más grande en ellos en relación con el habla o cualquier tarareo¨explicaba la Doctora Deborah Custance ,de la universidad Goldsmiths en Londres.

Es estudio se llevó a cabo en Universidad de Goldsmiths. Un grupo de psicólogos conducidos por Deborah Custance y Jennifer Mayer, ambos del Departamento de Psicología, realizaron ensayos controlados para evaluar la respuesta que tenían a los estados emocionales de los humanos. Programaron una serie de pruebas con 18 perros de diferentes edades y razas. Todos fueron expuestos a tres tipos de estímulos, de no más de medio minuto: una persona llorando, una persona haciendo un zumbido extraño y una persona llevando a cabo una conversación casual.
A los animales les provocaba curiosidad el sonido de los zumbidos, en tanto reflejaron indiferencia ante los diálogos. En cambio, cuando algunas de las personas -conocidas o no por el perro- fingió llorar, el animal se acercó y, adoptando una actitud sumisa, buscó de inmediato contacto físico como una forma de mitigar esa tristeza, de aliviar el dolor con "mimos".
Según las conclusiones del estudio, la mayoría de los perros respondió al llanto de manera empática, lamiendo e intentando consolar. Según explicaron los responsables, la idea de generar distintos ruidos o expresiones fue para descartar que los "gestos" del perro no estuvieran asociados a una simple curiosidad.
“Los humanos suelen tener menor respuesta de empatia entorno a personas desconocidas que los perros", asegura el estudio.
Entre las conclusiones, se determinó que los perros son capaces de responder más a las emociones que cualquier otra especie, humanos incluidos. "El llanto lleva a un mayor significado emocional para los perros y provocó una respuesta global más fuerte que hablar", sostiene la investigación.





Para los amantes de los animales, la idea de que el mejor amigo del hombre puede sentir nuestro dolor no tiene dudas. Un hecho que lo prueba es la historia de Hachikō.


Hachikō fue un perro japonés de raza akita , recordado por su lealtad a su amo, el profesor Eisaburō Ueno, incluso varios años después de la muerte de este.

Hachikō nació en una granja cerca de la ciudad de Odate,
fue regalado a Eisaburō Ueno, profesor del Departamento de Agricultura en la Universidad de Tokio a raíz de la muerte de una perra anterior, que les fue muy triste. No quería conservarlo, pero su hija adolescente insistió. Hachikō fue enviado dentro de una caja desde la prefectura de Akita hasta la  estación de Shibuya (un viaje de dos días en un vagón de equipaje). Cuando los sirvientes del profesor lo fueron a retirar, creyeron que el perro estaba muerto.

Sin embargo, cuando llegaron a la casa, el profesor le acercó al perro una fuente con leche y este se reanimó. El profesor lo recogió en su regazo y notó que las patas delanteras estaban levemente desviadas, por lo que decidió llamarlo Hachi (‘ocho’ en japonés),

 Pronto se encariñó con el perro, que lo adoraba enérgicamente.

El perro lo acompañaba a la estación para despedirse allí todos los días cuando su dueño iba al trabajo, y al final del día volvía a la estación a recibirlo. Esta rutina, que pasó a formar parte de la vida de ambos, no fue inadvertida ni por las personas que transitaban por el lugar ni por los dueños de los comercios de los alrededores.


Esta rutina continuó sin interrupciones hasta el 21 de mayode 1925, cuando el profesor Ueno sufrió un paro cardiaco mientras daba sus clases en la Universidad de Tokio, y murió. Esa tarde Hachikō corrió a la estación a esperar la llegada del tren de su amo, y no volvió esa noche a su casa. Se quedó a vivir en el mismo sitio frente a la estación durante los siguientes 9 años de su vida. Conforme transcurría el tiempo, Hachikō comenzó a llamar la atención de propios y extraños en la estación; mucha gente que solía acudir con frecuencia a la estación habían sido testigos de cómo Hachikō acompañaba cada día al profesor Ueno antes de su muerte. Fueron estas mismas personas las que cuidaron y alimentaron a Hachi durante ese largo período.
La devoción que Hachikō sentía hacia su amo fallecido conmovió a los que lo rodeaban, quienes lo llamaron el perro fiel.

 
 
En abril de 1934, una estatua  de bronce fue erigida en su honor en la estación Shibuya , y el propio Hachikō estuvo presente el día que se inauguró


 El 8 de marzo de 1935, Hachikō fue encontrado muerto frente a la estación de Shibuya, tras esperar infructuosamente a su amo durante diez años.Al lado de la tumba del profesor Ueno, en el Cementerio de Aoyama, Minmi-Aoyama, Minato-Ku.





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